jueves, 15 de noviembre de 2012

Capítulo 2

Me observé con atención al espejo.
Mi largo cabello marrón caían formando ondas que me había echo especialmente para ver a Álex. Mis ojos verdes tenían unas motas amarillas, lucían una raya negra en cada uno de ellos. Mi cara ovalada tenía un ligero rastro del redondo infantil, que me daba un toque tierno. Mis labios estaban extremadamente pintados de un rosa claro, no quería llamar la atención.

Mi camiseta de cuadros abierta con una camiseta negra debajo combinaba perfectamente con unos pantalones blancos cortos y unas lonas rosas.
Estaba perfecta para ir a su encuentro. Cogí mi bolso Vespa y salí de mi habitación hacia la puerta de salida cuando una voz surgió a mi espalda:
-¿Se puede saber a dónde pensabas ir?
Me giré con una mueca de desagrado. Aquella voz pertenecía a mi "querido" hermano mayor, Albert. Era muy alto, todo lo contrario a mí; medía en torno al 1,75 y eso que solo tenía 16 años. Su cabello rubio estaba peinado de medio lado, haciendo sus ojos verdes extremadamente grandes. Su rostro era duro y con una ligera barba que apenas podía ver, por su colo rubio. Llevaba unos vaqueros con una camiseta de un grupo que no conocía.
-¡A ti qué te importa!-exclamé alcanzando la puerta y abriéndola. Noté la brisa veraniega en mi rostro cuando Albert la cerró. ¿Por qué casi todos los hermanos mayores jodían a los pequeños?
Me crucé de brazos y resoplé.
-Dime donde vas y te dejo ir-dijo mi hermano.
No le iba a decir la verdad, eso estaba claro. ¿Qué podía decirle? Una idea extraña pasó por mi mente; no era la mejor que había podido hacer pero... era una mentira convincente.
-He quedado con Estrella.
Mi hermano me miró de arriba abajo y se encogió de hombros. Se echó a un lado y me dejó la puerta abierta. Antes de salir, sonreí y le di un beso en la mejilla.
Estaba completamente segura de que no me había creído porque Albert sabía cuando mentía. Aun así, no podía probarlo, y si él era una cosa esa era razonable. Aunque en ocasiones podía llegar a odiarlo mucho era sin duda un hermano realmente bueno conmigo. Aparte de él, estaba mis hermanos pequeños, Dan y Mike. Era gemelos y tenían en torno a doce años. Era totalmente igual, físicamente. Tenían el cabello castaño y los ojos verdes. Sus caras todavía conservaban la niñez, lo que les hacía muy guapos. Eran bastante altos para su edad, tenían la misma altura que yo. Por fuera eran totalmente idénticos  en cambio por dentro eran polos opuestos. Mike era alegre, inocente y divertido, por otro lado, Dan era algo apático, gótico y travieso. Eran todo la contrario el uno del otro.
Iba obsesionada en mis hermanos que no me di cuenta de que ya estaba en el parque Estola. No estaba muy lejos de mi casa, a lo mejor a cinco minutos. Era pequeño y acogedor, por eso nadie apenas lo conocía. Tenía unos pocos columpios mecidos por el viento y unos bancos de color verde. Aquel era mi lugar preferido, o simplemente mi refugio.
Observé a mi alrededor, buscando a Álex. Enseguida lo encontré; estaba sentado en nuestro banco. Su cabello corto y moreno tenía un brillo especial, sus ojos marrones estaban fijos en un pequeño paquete envuelto en papel de regalo. Su rostro era largado y tenía una sonrisa dibujada en ella. Lucía una camiseta amarilla con unos pantalones largos vaqueros.
Me acerqué a él con disimulo, por detrás. Estaba ensimismado mirando el regalo que apenas se dio cuenta de que estaba allí hasta que le puse las manos en los ojos.
Él pareció notar que eran mis manos porque sonrió. ¿Por qué parecía siempre tan atractivo? No lo sabía pero Álex era con diferencia el chico más guapo que había visto nunca.
-¿Quién soy?-el falsete de mi voz era horrendo.
-Ummm-se llevó el dedo índice a la boca rosada-, eres mi Emma ¿no?
Antes de apartar mis manos, le di un beso en la mejilla y enrojecí. Había dicho que era su Emma. ¿Podía ser más feliz?

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